Reclamador, quizá la Legaltech española más destacada, anunciaba el pasado 22 de enero de 2020 que cerraba su primera operación para la financiación de litigios. La misma la encabezaba el fondo de inversión Arcano Partners, aportando 3,2 millones de euros para que Reclamador pueda pleitear en numerosas reclamaciones con jurisprudencia vinculada al Tribunal Supremo y al Tribunal de Justicia de la Unión Europea.

Cinco días después se lanzaba en Chicago (EE.UU.) uno de los mayores fondos para la financiación de litigios, GLS Capital, que cuenta con 345 millones de dólares en sus bolsillos con una única finalidad: financiar litigios e invertir en demandas.

Por otro lado, según la primera encuesta sobre el mercado norteamericano de la financiación de litigios, publicada a finales del año pasado, 41 de los principales fondos tenían invertidos casi 10 mil millones de dólares en la financiación de pleitos.

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Burford Capital, el mayor fondo en el mundo en financiación de pleitos

¿Qué está ocurriendo y qué es la financiación de litigios? Muchas cosas están ocurriendo, pero comencemos por el inicio: la financiación de litigios es el concepto por el que alguien va a tribunales sin tener que pagar por ello ya que un tercero asume de forma total (o parcial) los costes derivados del pleito. A cambio, y si se gana, el tercero normalmente se lleva una parte de lo obtenido (en los fondos mencionados, entre un 30 y un 40%). Si se pierde, el tercero lo paga todo.

Como tantas otras veces, no es un concepto nuevo, siendo Reino Unido el primer país que despenalizó la financiación de litigios en 1967 con la Criminal Law Act. De hecho, hay menciones incluso más antiguas, desde el filósofo Jeremy Bentham en 1787 a otra vez el Reino Unido en 1880, en el caso Seear vs Lawson. La finalidad de financiar pleitos es proporcionar una herramienta que permita el acceso a la Justicia (de hecho, con posterioridad a la II Guerra Mundial, fue el propio gobierno británico quien financió por primera vez litigios en 1950).

Si tuviéramos que categorizarlo, podría decirse que hay tres grandes variantes de la financiación de litigios: 1) para consumidor cuando se buscan pre-acuerdos por pequeñas cantidades antes de llegar a tribunales por un porcentaje determinado; 2) a nivel comercial cuando se busca la victoria en tribunales y la financiación costea gastos del proceso y honorarios a cambio de un porcentaje mayor; y 3) el basada en micro aportaciones o crowdfunding de múltiples individuos (como CrowdJustice), donde no siempre hay retorno para los contribuyentes.

En verdad, el famoso «No Win, No Fee» es un tipo de financiación de litigios donde es el abogado o el despacho los que asumen el coste del proceso a cambio de un porcentaje del caso, si se gana.

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Dicho esto, la fórmula moderna de financiación de litigios nació en Australia en 1995, cuando el gobierno permitió que en situaciones de insolvencia se recurriera a financiación externa para litigar. Ante ese cambio, el mercado reaccionó y en 2001 nació el primer fondo para financiar litigios que cotizaba en bolsa, IMF Bentham.

Desde entonces el fenómeno no ha dejado de crecer dando el salto a países como Canadá, Estados Unidos o partes de Asia. Y ahora también España.

Como es obvio, y por muy regulado que pueda estar en algunos países, la financiación de litigios plantea importantes dudas legales, éticas y deontológicas: desde la imparcialidad de las partes, a conflictos de intereses, confidencialidad condicionada, litigios artificialmente incentivados o una considerable falta de transparencia sobre las condiciones de la financiación externa y su existencia.

En todo caso, y hecha esta introducción, ¿cómo se está aplicando la tecnología a la financiación de litigios? Prediciendo los más rentables para acertar al máximo con la inversión. Como muestra un botón: en septiembre de 2019, la Legaltech norteamericana Legalist obtuvo una ronda de financiación de 100 millones de dólares para investigar y predecir los casos que cree que serán ganados (e invertir en ellos).

Legalist analiza los registros de los tribunales buscando indicadores, por ejemplo si es favorable a los demandantes, si el tipo de caso en particular tiende a ganar o quién es el juez. También verifican los puntos en los que el caso podría ser desestimado. Financian asuntos comerciales, no de consumidores, con una inversión media inferior al 1 millón de dólares y un retorno de 10 veces lo invertido.

En su caso, los algoritmos desarrollados les ayudan a elegir el caso que creen que va a ganar.

O mejor dicho, los casos que pueden ganar, ya que una tendencia reciente en el mundo de la financiación de litigios es financiar portofolios de asuntos y no solo casos concretos. De esa forma se reduce y reparte el riesgo respecto a las inversiones. De hecho, algunas boutiques legales están usando su portofolio de asuntos como una forma de financiar el despacho. Y en verdad, no solo boutiques legales, ya que las Big Four y los grandes despachos cada vez participan más en asuntos que cuentan con financiación de terceros, por ejemplo para reclamar lo debido.

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Sea como sea, Legalist no es la única Legaltech trabajando en el mundo de la financiación de pleitos. Otro gran ejemplo es la británica CourtQuant, que aplica inteligencia artificial para conocer las posibilidades de éxito de un litigio y los oponentes, y que al menos ha firmado acuerdos recientes con dos fondos para financiar litigios: Apex Litigation Finance y Sentry Funding (una plataforma que conecta a abogados e inversores de pleitos). En ambos casos la tarea de CourtQuant es proporcionar datos y patrones que permitan tomar decisiones fundadas en asuntos en los que quizá no haya suficiente base para reclamar.

Otras Legaltech ofreciendo servicios similares son RAVEL, Gavelytics o Solomonic, todas trabajando en el área del análisis de litigios, y por tanto, extendiendo de una forma u otra su conocimiento a efectos de averiguar cuál puede ser la mejor apuesta.

Todo ello sin olvidar el que quizá fuera el primer caso, cuando en 2017 Metonymy Labs y el fondo de litigación Fulbrook unieron fuerzas para predecir el mejor pleito en el que invertir (aunque al parecer el acuerdo no fue tan fructífero que se esperaba).

En resumen, la financiación de litigios, o el hecho de que un tercero asuma todos los costes de un pleito para llevarse un porcentaje alto de lo obtenido, está creciendo con mucha fuerza. Principalmente en mercados anglosajones y desde hace unos años, pero la realidad es que el fenómeno ha llegado ya a España con la apuesta de Reclamador. En este nuevo fenómeno, la tecnología está haciendo acto de aparición analizando grandes volúmenes de datos estructurados y desestructurados para encontrar patrones que ayuden a hacer la mejor inversión, desde el juez, al tipo de asunto, entre otros elementos.

Y todo ello ocurre bajo un halo de escasa transparencia y numerosas dudas legales y éticas, tantas que sin duda darían para su propio artículo.

Sea como sea, la realidad es la que es y la financiación de litigios parece haber llegado para quedarse, algoritmo mediante.

Por tanto, ¡hagan juego!

Foto de portada de M. B. M. en Unsplash

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