Actualizado a 27 de septiembre de 2020
¿Deben los abogados aprender a programar? Seguramente esa pregunta haya surgido en más de una ocasión en el área del Derecho más enfocada a la Tecnología. Resultando las opiniones favorables y contrarias.
Si bien el saber no ocupa lugar, personalmente no creo que por defecto todos los abogados necesiten aprender a programar. Ahora bien, entre los abogados que profesionalmente se dedican a cuestiones tecnológicas el debate sí puede tener más lógica. Los motivos para plantearse la necesidad de saber programar a mi parecer son dos:
En primer lugar, una razón más pragmática relacionada con el día a día del abogado tecnológico, que en su tarea quizá necesite entender con precisión cómo se implementa una funcionalidad, qué flujo sigue un dato concreto o la diferencia entre librerías en una auditoría de software. Por tanto en ese contexto la programación puede ser un buen extra.
En segundo lugar, una razón quizá más profunda y cuyo origen sea el muy recomendable libro de Lawrence Lessig, «El Código y Otras Leyes del Ciberespacio». Allí Lessig argumenta, ya en 1999, cómo el código informático (especialmente el de las grandes empresas de Sillicon Valley) es capaz de regular la conducta de un usuario de la misma forma que lo hace el código legal (algo que en 2017 resulta cada vez más evidente). En ese caso, ser capaz de conocer y entender el código informático en detalle casi se convierte en una necesidad para comprender del todo las complejidades técnico-jurídicas a las que nos enfrentamos.
Sea como sea, en ambos casos podría argumentarse que más que saber programar puede resultar necesario tener ciertas nociones de programación que le permitan a uno entender el código, más que escribirlo. Algo así como cuando se aprende un nuevo idioma y sabemos leer en él antes que escribir (y ahí nos quedamos).

Ahora bien, a mi parecer recientemente ha aparecido un nuevo elemento que ha reiniciado el debate y pone mayor énfasis en la necesidad de saber escribir y no solo leer. Me refiero a la aparición de blockchain y el fenómeno de los contratos inteligentes asociados al mismo.
En este caso el argumento consiste en que si los contratos inteligentes son en realidad código informático que permite articular, verificar y ejecutar un acuerdo entre las partes, los abogados que asesoren en la elaboración de esos contratos deberán no solo entender el código, sino también saber escribir en él. De hecho, por ello están naciendo plataformas para contratos inteligentes enfocadas al sector legal. Aunque también es verdad que muchos de esos smart contracts funcionan a través de editores, sin necesidad de picar la línea de código.
En cualquier caso, sea o no buena idea que un abogado comience a programar, si finalmente decide dar el paso adelante, ¿dónde debe acudir? Para aprender a programar en general hay muchísimas opciones, pero cada día hay también más recursos específicos para abogados que quieren programar.
Comenzando por los recursos más comunes, un abogado podría iniciarse en el mundo de la programación gracias a los cursos ofrecidos en plataformas de formación online como Coursera, Udemy o Khan Academy, entre muchas otras. También pueden encontrarse plataformas de formación online para programadores, como Code Academy o Code.org, entre otras.
Sin olvidar los bootcamps o cursos intensivos para aprender a programar, desde opciones gratuitas como FreeCodeCamp, a los cursos de Makers Tech (ahora también en remoto), las propuestas de Le Wagon o KeepCoding (en español).
Todo ello sin olvidar las opciones presenciales (ahora algo más condicionadas). Por lo tanto el abanico de opciones aquí es muy amplio.
A su vez, poco a poco van apareciendo más cursos de programación para abogados (aunque también es cierto que mayoritariamente en el mundo anglosajón). Aún así, en España tuvimos uno durante 2016 por parte del FIDE. En todo caso, es interesante ver que las facultades de Derecho de Harvard, Miami, Georgetown, Minnesota o Chicago-Kent ya ofrecen en sus planes de estudio asignaturas consistentes en programación para abogados.
De hecho, la experiencia de la facultad de Derecho de Suffolk con su primer semestre sobre programación a estudiantes en 2017 fue muy destacable. Tanto que la versión 2020 está por completo disponible en abierto, y cualquier abogado interesado en la materia (y algo autodidacta) puede usar todo el material de Coding the Law para enseñarse a programar con especial enfoque al sector jurídico.
En todo ello no debemos olvidar el primer índice sobre innovación y tecnología en facultades de Derecho, que siempre ha abogado por la programación como una de las materias interesantes para los estudiantes.

Pero veamos ahora opciones más específicas para juristas (aunque eso sí, en inglés).
Para empezar la iniciativa Coding for Lawyers. Consiste en algo así como un ebook para abogados que quieran aprender a programar. Bastante introductoria, hasta el momento lleva 6 capítulos y pretende enseñar los aspectos más básicos de la programación de forma muy accesible a los abogados.
La universidad de Flinders en Australia está ofreciendo un curso 100% online para abogados que quieran aprender a programar, comienza en enero de 2021.
Por otro lado, edX ofrece un curso gratuito de Harvard, llamado CS50 for Lawyers, que es como una introducción a la programación pero para abogados.
Los artículos de The Coding Lawyer y Lawtomated, dos blogs que tratan la materia con cierto detalle, también pueden ser un buen recurso para los abogados interesados en aprender a programar.
También pueden ser un gran recurso para aprender Meetups como los de R-Ladies en Madrid (la primera comunidad de España de R para mujeres) o PyLadies Madrid (cuyo objetivo es que las mujeres participen activamente en la comunidad Python). Además, el grupo R-Ladies organizó en febrero de 2020 el evento Data Science para Abogados.
Todo ello sin olvidar los ejemplos de abogados que ya han aprendido a programar, desde al abogado de Hong Kong Sebastian Ko a Srin Madipalli, ex-abogado de la firma Herbert Smith Freehills.
Las facultades de Derecho o escuelas de negocios que piensen en crear un curso de este tipo pueden estar interesadas en Computer Programming for Lawyers, que explica en detalle el proceso de creación, costes, materiales y demás pasos necesarios que el Georgetown University Law Center tuvo que dar para crear su curso de programación para abogados en 2016.
Por otro lado, había otra iniciativa para enseñar a programar a abogados, llamada Legally Coding, pero desapareció durante 2017.
Finalmente dos casos particulares.
Por un lado Legalese, un lenguaje de programación de dominio específico llamado «L4». O lo que es lo mismo, un lenguaje de programación para abogados y con un único propósito, elaborar contratos.
Es decir, de la misma forma que R es un lenguaje de programación específico para estadística o SQL es un lenguaje específico para consultas a bases de datos relacionales, Wong Meng Weng y su equipo han creado un lenguaje de programación con un único objetivo: poder elaborar contratos que luego pasan por el correspondiente compilador. Pero en lugar de usar un lenguaje de programación de uso general (como por ejemplo C), han creado uno nuevo pensando en las necesidades propias de un contrato jurídico.
Por tanto su idea va mucho más allá de las simples plantillas que muchos de los servicios de autogeneración de documentos legales ofrecen, creando un lenguaje específico para su elaboración que luego simplifique y asegure al máximo su verificación, consistencia o adecuación en un entorno automatizado.
Por otro, y en una línea similar a L4, está el caso de QnA Markup, un lenguaje de programación de código abierto creado por David Colarusso y pensado especialmente para abogados. Con muy poca experiencia a nivel de programación, permite transformar texto en sesiones interactivas de preguntas y respuestas para crear sistemas expertos o de reglas ideales para la automatización de documentos.
Dicho esto, hasta aquí llega el pequeño resumen de recursos para abogados que quieran aprender a programar. Resulte en el futuro más o menos necesario en general, sí da la sensación que en algunas áreas concretas del Derecho tecnológico puede ser muy útil o incluso imprescindible como habilidad.
Quien quiera iniciarse tiene sin duda opciones más que de sobra. Quizá hoy el mejor camino sea un curso para un lenguaje de programación en general (Python, Javascript o Solidity, por ejemplo). Ahora bien, lo ideal sería hacerlo con un objetivo de tipo legal en mente (crear un chatbot, escrapear contenido legal en Internet o hacer algo de ciencia de datos jurídica). Luego a partir de ahí ir ya avanzando y apuntalando el conocimiento.
Sea como sea, en el medio-largo plazo puede ser una habilidad diferenciadora más que interesante para los abogados tecnológicos. De modo que si hay ganas, ¡a por ello!
Hoy es tan importante como escribir.
Sara Molina desde Marketinize ha hecho una gran labor de evangelizacion pero aun queda mucho por aprender